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Corre Corre

Duele. Quiebra. Rompe.


Es fácil romperse, como ser humano, como "cosa" más inteligente sobre la faz de la tierra somos muy frágiles. Somos tan frágiles que no nos damos cuenta.
No entendemos que para ser fuertes necesitamos confiar, confiar en la gente, confiar en nosotros, confiar en el mundo. Pero no. Nadie entiende esto. Tu les das la mano y ellos agarran el brazo. Ellos tiran la piedra y luego esconden el brazo.
Como personas, la mayoría, intentamos dar lo mejor de nosotros, intentamos que los demás sepan que tienen alguien en quien confiar, que tienen donde apoyarse, que pueden pedir sin problemas, lo único que esperamos los que damos es que acepten. Que confíen. La mayoría no lo hará.

¿Por qué? me pregunto yo. La base de toda relación, sea del tipo que sea, es la confianza, es poder sentirte en casa cuando hablas con alguien, es estar seguro de que tus secretos están a salvo contigo, que no vas a traicionarles, que tu les vas a ayudar, que necesitas saber que les ocurre para poder seguir a su lado. Cuando esto no ocurre, tienes un problema. 
Te conviertes en la policía, en el estado, en su madre, en cualquier persona y duele

Aún así tu juegas el corre corre. Corres detrás de la desconfianza, corres detrás de la incertidumbre, de las preguntas, de el temor. Corres y corres, a veces lo alcanzas a veces llegas demasiado tarde. Poco a poco el juego ya no tiene gracia, ya no es divertido, ya no te hace sentir bien. Te afecta más a ti que a la desconfianza. Crea en ti un resentimiento que algún día explotará, algún día te hará encenderte en llamas, aullar el dolor que te han provocado.

Lo único que pido es que confíes en mi.
Hazlo si me amas por que el corre corre ya cansa.

Montañas Rusas

Es curioso. Todo, aparentemente va bien, nada es excesivamente malo y hay momentos muy buenos. Entonces, ¿por qué, de repente, así, de la nada, comienzo a llorar? A llorar un océano, a llorar con dolor, sin entender por que lloro ni llegar a comprenderlo.
Es curioso. Cuando las cosas van , teóricamente, bien es cuando más necesitas a una persona a tu lado, una persona que esté apoyándote en todas tus estúpidas decisiones, aun que ella no te comprenda, no le guste o quizá no lo llegue a aceptar, tu lo que necesitas es a alguien que esté ahí día tras día haciéndote de colchón por si te caes.

Y es maravilloso tenerla ahí. No tengo palabras que puedan describir como me siento por tenerla a mi lado, por saber que nada ni nadie nos va a estropear esto. Es un sensación única e indescriptible. Es una sensación de que te agarra desde el dedito pequeño del pie y sube por cada parte de tu cuerpo, hasta la más pequeña. Es una felicidad que revolotea en tu estomago constantemente y es una sensación de embriaguez muy dulce.

Pero aún teniendo ese colchón de emergencia, las lágrimas que caen por tu rostro no tienen explicación, o quizá si y el miedo que tienes a descubrirlas es mayor de la simple curiosidad de saber por que lloras con esa angustia y tristeza. El miedo de descubrir que estas sola, triste y arruinada, el miedo a descubrir que has perdido una oportunidad de ser tu misma, de intentar valerte por ti misma, el miedo a luchar por lo que quieres o el miedo a enfrentarte a tu mayor problema: TÚ. Y es cierto, tú eres tú mayor problema, tus miedos, tus alegrías, tus errores(sean o no colosales), todo lo que gira a tu al rededor es parte de ti y tú eres tu mayor temor. Por lo tanto, no sabría decir que las lágrimas que he derramado esta noche no tienen explicación o simplemente tengo miedo de entender por que caen.

La vida es como una montaña rusa. A veces estás en el pico más alto, con la adrenalina por las nubes, el estomago y el corazón en la boca y la felicidad por el aire y a veces estás en un punto bajo, donde estás preparándote para subir y volver a bajar, para subir y volver a bajar. La vida es bella y hay que saber vivirla aunque esto suponga llorar sin saber por que o reír hasta sufrir dolor de tripa.

Pero siempre, siempre hay que contar con tu colchón de seguridad. Tienes que poder caerte y tener algo más o menos blando donde caer y dejar que te acune hasta que puedas volver a levantarte. Es complicado dejar que los demás te cuiden, y más si estás acostumbrado a cuidar de ti mismo, pero, teniendo en cuenta las miles de experiencias que vamos a vivir, en muchos casos está bien dejar que sepan quien eres.

Esto va dedicado a una persona muy especial para mi.
Para mi colchón especial-