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El dulce rocío

La felicidad, que bonito nombre tiene, se me llena la boca cuando digo las cinco letras que tiene. ¿Cinco? Si felicidad tiene nueve...Pues no. Felicidad tiene cinco letras y son su nombre.

Las palabras que me susurra al oído se las lleva el viento y quedan guardadas bajo llave en mi corazón, en lo más recóndito de él para escucharlas siempre que esté lejos o las necesite escuchar.

Ella, yo, nosotras, una unión más fuerte que la de un propio metal, más fuerte que la propia gravedad. Nosotras, dos personas que gracias al destino o a la pura casualidad se conocieron y aprendimos la una de la otra.

Ella me hace la persona más feliz del universo, me hace más fuerte, más sincera, más pura. Con ella a mi lado siento que puedo conseguir lo que quiera. Su sonrisa me dice que estoy consiguiendo aquello que me prometí un día, hacerla feliz.

Por ti me implicaría en lo que hiciese falta. ¿Te suena? A mi sí, y esa pequeña frase que quizá para poca gente tenga sentido,significado o relevancia, es la frase que me da esperanzas, que me enseña que amar es lo que se cuenta en las historias, que es lo que te enseñan tus padres cada día desde que naciste. Esa pequeña frase es la boca del universo para mi.

Gracias. Gracias por cruzarte en mi camino. Gracias por enseñarme a querer a alguien de una forma tan intensa. Gracias por darme ese empujón, esas fuerzas, esa independencia. Gracias.


Un corazón que ama es el comienzo  de todo el conocimiento.
-Thomas Carlyle-